Ghost Community (North-Palencia)
This project is a half poetical, half-documentary atlas about some little towns from Northern Palencia (Spain). These places have undergone a severe economic, demographic and social collapse because of the dismantlement of coal mines. From 2004 to 2012, dozens of pictures were taken thereabout, featuring empty buildings, ruined sheds and rusted cars. Concerning each photograph, the life and deeds of every last dweller was imagined by drawing them all locked up inside like specters in a castle. A brief handwritten story tells us about their ill fate. In 2016, this project was awarded by a grant from the innovative program Lab 987 of MUSAC (León-Spain), to be professionally produced and exhibited in the Museum. The artworks have been recently donated to the municipality of Guardo (Palencia-Spain).
Érase una vez un gnomo guardián doméstico. Su familia protectora emigró a la ciudad, pero él continuó viviendo en la caseta de muros rojizos y puerta verde. Debido a su simpatía y humor, cuidados no le faltaban. Decía siempre que tenía un primo en Jamaica y que iría a verle un día de estos. La caseta lleva ya cerrada algunos años y del gnomo nadie sabe nada.
He aquí una solución al severo problema del despoblamiento rural. Una empresa japonesa fabrica autómatas que sustituyen a los vecinos muertos o emigrados. Ahora andan adaptando su producto a las características raciales de la Comarca, con el fin de que nadie identifique a los autómatas. Este falso remolque comenzará a soltarlos en unas semanas
Hace cinco años que cerró la única discoteca del pueblo. A Herminio se le vino el mundo encima. ¿Qué haría ahora él los sábados por la noche? En la discoteca del pueblo vecino se mofaban de sus bailes y sus maneras y no le apetecía ir. No se resignó al cierre, aún se sigue colando en el local para, en medio del silencio, marcarse unos pasos. De su dedo índice brota un chispeante y viejo fantasma: la ira.
Tres hermanas viven en esta casa: las modistas del pueblo. Hace años la mayor de ellas, que era la que medía y cortaba (las otras únicamente cosían) comenzó a desarrollar una demencia senil. Se empeñaron en seguir cosiendo, aunque los clientes dieron la espantada. Sus anticuados modelos además no eran competitivos, ahora había muchas tiendas de ropa moderna en el Pueblo. Aún no ha aceptado que la hora de la jubilación ha llegado para ellas. Siguen cosiendo y cada vez de forma más estrafalaria.
Río abajo existe un salto de agua y una vieja depuradora que en vano trata de limpiar un agua negra como el carbón; el río baja contaminado desde que instalaron la fábrica. En un depósito cubierto de agua pestilente habita una familia de silenos de piel oscura. Ellos encuentran delicioso este lugar.
Cuatro o cinco familias tenían a los suyos enterrados en el cementerio de la pequeña aldea que anegó la nueva presa el año pasado. Dicen algunos que una noche se llevaron los restos revueltos de los suyos y los depositaron en este oscuro remolque. También dicen que mientras andan buscando nuevo alojamiento para sus difuntos nadie se atreve a abrir el remolque.
Así llama ella a su refugio, por el intenso rojo de los muros. En él permanece acurrucada cuando su joven marido llaga borracho a casa voceando su nombre. Sabe que le urge cambiar de vida, pero por el momento, el miedo la paraliza. Únicamente en el chamizo logra respirar.
Un día llegaron al Pueblo unos cómicos ambulantes en su “dos caballos”. Era una compañía familiar que acumulaba fracasos y bostezos. Uno de sus miembros decidió un día, con el ingenio aguzado por el frío invernal, improvisar una función navideña en tono irreverente y burlón. Tuvo la compañía gran éxito con aquella ingeniosa sátira. Aún la siguen representando dentro de su viejo vehículo, ahora que la gente se ha vuelto a olvidar de ellos.
En el Pueblo siempre hubo mucho loco suelto; tontos de baba o simplemente payasos. Un alcalde pensó que mejor estaban recogidos que en la calle. Así les cedió el Ayuntamiento este local para que hicieran peña y montaran su circo. Ahora ya no va nadie a verlos, aunque algunos aseguran que si se pega bien la oreja a la puerta, se oyen risas.
En el Pueblo siempre ha habido gran rechazo hacia los oculistas, a pesar de que muchos vecinos son miopes y algunos andan ya casi ciegos por las cataratas y los glaucomas. Los que padecen de la vista se reúnen en este local de vidrios enturbiados y se encomiendan a San Tobías.
· 46 Drawings 50 x 50 cm. Mixed media& collage
· 46 Colour photograps 13 x 17 cm.
· Handwritten tales. Pencil on Basik paper.
2004-2012