EL Camín de Cabreira (León-Oeste)
Atlas poético documental sobre la remota comarca de la Cabrera Leonesa, entre León y Galicia (Norte de España), reconstruyendo los pasos del cronista Ramón Carnicer, quien la visitó en los años 60 del pasado siglo XX. Durante el otoño de 2008 tomé fotografías de casas y palomares vacíos. Mediante un cuento breve y un dibujo/collage imaginé el destino de sus últimos ocupantes, a medio camino entre los resistentes y los fantasmas. Para los títulos de las obras me serví del dialecto local, en grave amenaza de desaparición. Este atlas fue expuesto en la Academia de España en Roma durante el año 2017, dentro de la exposición colectiva, “Mil caminos: imágenes contemporáneas del camino de Santiago”, que viajó al MUSAC (León) en 2018.
La pobre niña que nunca se quiso desprender del vestido de comunión ya peina canas, pero no lo sabe. Sus padres ahora viven sólo como sombras; eso también lo ignora. Como una mariposa rebozada en ceniza blanca se agita su cuerpecito arrugado, sospechando amargamente su soledad.
En esta casa reside el único modisto de la comarca, se trata de un personaje de sexo ambiguo, aficionado a las camisas de lunares. Sus modelos no gustan demasiado a sus vecinos; los consideran excesivamente llamativos. Por eso no vende casi ninguno, y las prendas envejecen colgadas de las perchas.
En la casa negra vive el hombre que no pone reparos a quemar el monte, de vengadores y furiosos le protegen sus perros. Dicen de él que ha hecho fortuna. Le pagan las empresas que extraen la pizarra de las laderas desnudas. Parece ser que lo tiene todo a nombre de unos sobrinos que viven en Orense.
El Abuelo, que ha enviudado hace meses, se apaga poco a poco. Cubierto de palos, parece un árbol agonizante rodeado por un carnaval de espectros nacidos de su memoria descompuesta.
El Abuelo, que ha enviudado hace meses, se apaga poco a poco. Cubierto de palos, parece un árbol agonizante rodeado por un carnaval de espectros nacidos de su memoria descompuesta.
Hubo un día en el que fue el héroe del pueblo, cuando todo el mundo requería de sus servicios. Era el tiempo en el que las bestias eran perseguidas hasta la muerte. Hoy todo ha cambiado; ni rastro queda de su prestigio. Ahora es un viejo chocho y olvidado que, aún así, no ha renunciado del todo a sus cacerías.
Los romanos ya estuvieron en la comarca, canalizaban el agua desde las montañas para llevarla hacia sus explotaciones mineras. Nunca sin embargo se había encontrado de ellos otra cosa que vestigios de sus canales. Por eso cuando apareció esta cabeza se armó un gran revuelo. Los listillos del pueblo, enseguida comprendieron la magnitud del asunto, e idearon un plan para hacerse ricos a costa del hallazgo sin que sus vecinos sospechasen nada. De momento, guardan su tesoro en esta cuelma, mientras esperan la visita de unos señores extranjeros.
Un hombre, amante de la tierra de sus padres, ha vuelto de Bélgica para reflotar su agónico pueblo. Autoproclamado alcalde, no parece haber conseguido mucho en los meses que lleva aquí. A veces se pasea borracho por el supuesto Consistorio con un pesimista letrero, mientras vocea sin ton ni son y el sudor se le escurre por la frente.
La blanca casa junto al río, tapizada de huesos, es el hogar del enterrador involuntario, un hombre destinado a ver morir todo su mundo, a convertirse él mismo en efigie del dios dueño del Érebo.
Pocas familias piensan hoy que la carrera eclesiástica ofrezca un futuro de prosperidad para sus vástagos. Aquí vive una de ellas. El niño será cardenal porque así lo manda su padre. No importa que su piel esté mustia y su corazón languidezca.
· 21 Dibujos 50 x 50 cm. Técnica mixta& collage
· 21 Fotografías en color 13 x 17 cm.
· Textos manuscritos. Grafito sobre papel Basik
2008-2010